sábado, 15 de octubre de 2011

El segundo sexo a los cincuenta, de Simone de Beauvoir

Por Vivian Gornik
Abril 2000 |

El segundo sexo cumple cincuenta años. Ahora que soy una persona madura he leído de nuevo este libro después de treinta años de reflexión y de sentir el gran ascendiente de su presencia constante entre nosotros, y la pregunta que me hago, al voltear sus hojas, no es: "¿qué tal se deja leer?", sino más bien: "¿cómo fue posible escribirlo?"

En la edición de Vintage de 1989 de El segundo sexo, la biógrafa de De Beauvoir, Deirdre Bair, narra que en el otoño de 1946, cuando Sartre era objeto de un constante ataque verbal en París... [De Beauvoir] se consideró capaz de defender las posiciones [de Sartre]... escribiendo un ensayo en el que se definiría personalmente como mujer y filosóficamente como existencialista. Su intención era relacionar ambas cosas con el sistema de Sartre, que había aceptado incondicionalmente como propio... Para defender los que consideraba principios universales de Sartre tenía que comenzar con lo específico y lo individual, que en este caso era su papel en el sistema del filósofo... Del pensamiento de la autora comenzó "a surgir con cierta reiteración" una idea. La condujo a "la conciencia muy profunda y asombrosa" de ser diferente de Sartre "porque él era un hombre y yo sólo era una mujer".
En una conversación de 1982, prosigue Bair, "la autora explicó por qué decía 'sólo'":Todavía no había llegado a la idea de mujer como el otro, eso vendría después. Aún no había concluido que la suerte de la mujer fuera inferior a la del hombre en esta vida. Pero, de alguna manera, comenzaba a formular la tesis de que a las mujeres no se les había otorgado igualdad en nuestra sociedad, y he de admitir que fue un descubrimiento en extremo perturbador para mí. Así es en realidad como comencé a proponerme seriamente escribir sobre las mujeres, cuando finalmente me di cuenta de la desigualdad de nuestras vidas en comparación con los hombres. Pero [en 1947] no tenía claro nada de eso. En 1947 no tenía claro nada de eso. Tenía 39 años. Desde hacía veinte años era compañera de Sartre. Conocía a todo el mundo, iba a todas partes; se percibía como una persona que hablaba, pensaba y se movía con libertad. Pero ahora, al proponerse escribir un sencillo análisis de su vida que demostrase la verdad de la filosofía de Sartre, chocaba contra un obstáculo que al principio no parecía fácil de rodear, y luego imposible. A fin de cuentas comprendió que antes que nada, y sobre todo, era una mujer. Esa realidad cincelaba casi todo lo que se proponía demostrar. Violentamente se percató de que esa condición pesaba más de cuanto antes hubiera querido o podido reconocer. A lo largo de la historia, ahora lo comprendía, las personas que eran mujeres sistemáticamente habían tenido menos poder, una posición inferior, menos definición. Eran, en realidad, lo que el existencialismo denominaba "el Otro". La condición original en la que ella misma había nacido era el aspecto individual y determinante más fuerte que daba forma a una vida consignada a una subordinación organizada. No verlo, esta "otredad" de la propia vida, para una mujer, era vivir en un estado permanente de fantasía.

De Beauvoir se enfrentó a ser mujer en buena medida tal como James Baldwin —ese mismo año, en la misma ciudad— se enfrentó a ser negro. Aunque Baldwin se había burlado de las tormentas intelectuales de la Europa de la posguerra —después de todo, ellos se lo habían buscado, ¿no?—, era imposible vivir en París en 1948 y no absorber la infinita discusión de las categorías existencialistas. Baldwin también comenzó a ver que él era "Otro"; y entonces se dio cuenta de que la idea del "Otro" era algo que podía aprovechar, ajustada aquí y allá para concentrarse mejor, con mucha mayor precisión, en lo que significaba ser negro. Por el contrario, De Beauvoir había comenzado sólo queriendo utilizarse para defender el existencialismo, pero había terminado con una perspectiva radicalmente transformada que también se concentraba en su propia "otredad". En el caso de Baldwin, esta aplicación del "Otro" dio lugar a algunos de los ensayos más extraordinarios de la literatura estadounidense. Con De Beauvoir, condujo a una obra monumental de redescubrimiento que, veinte años después, contribuiría a reanimar la segunda oleada de feminismo occidental... (continua)

El hombre está condenado a ser libre

"Si en efecto la existencia precede a la esencia, no se podrá jamás explicar el hombre por referencia a una naturaleza humana dada y fija; dicho de otro modo, no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad. Si, por otra parte, Dios no existe, no encontramos frente a nosotros valores u ordenes que legitimen nuestra conducta. Así no tenemos ni detrás ni delante de nosotros, en el dominio luminoso de los valores, justificaciones o excusas. Estamos solos, sin escusas. Es lo que expresamos diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado porque no se ha creado a sí mismo y, sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace. El existencialista no cree en el poder de la pasión. No pensará nunca que una bella pasión es un torrente devastador que conduce fatalmente al hombre a ciertos actos que por consecuencia es una excusa; piensa que el hombre es responsable de su pasión. El existencialista tampoco pensará que el hombre puede encontrar socorro en un signo dado sobre la tierra que lo oriente; porque piensa que el hombre decide por sí mismo el signo como prefiere. Piensa, pues que el hombre, sin ningún apoyo no socorro, está condenado a cada obstante a inventar el hombre. Ponge ha dicho en un artículo muy hermoso: “el hombre es el porvenir del hombre”. Es perfectamente exacto. Sólo que su se entiende por esto que ese porvenir está inscrito en el cielo, que Dios lo ve, entonces es falso, pues y ano sería ni siquiera un porvenir. Si se entiende que, sea cual fuere el hombre que aparece, hay un porvenir por hacer, un porvenir virgen que lo espera, entonces es exacto.”
J.P. Sartre, El existencialismo es un humanismo, Sur, Buenos Aires, 1973, págs.. 27-28 (Traducción de V. Prati)
1) El existencialismo piensa que “el hombre es responsable de su pasión”. Profundizar en las razones de esta tesis y determinar qué instancias sería posible una crítica de la misma.
2) Clasificar la teoría de la libertad de Sartre como teoría ética ¿es ética material, formal? ¿en que tradición ética debe situarse? Examinar especialmente su relación con Aristóteles y Kant

El utilitarismo y sus implicancias en la vida cotidiana

ARISTIPO DE CIRENE Y SU PROPUESTA HEDONISTA
Aristipo de Cirene (S. IV a. C) fue discípulo de Sócrates.
Según Aristipo solo conocemos impresiones subjetivas, donde el único criterio de valoración es la sensación o delectación, esta debe ser actual y que consiste en un cierto movimiento moderado.
La delectación es un estado interno del sujeto, es vano buscar la felicidad en las cosas externas; la vida verdaderamente feliz es la que se contenta con poco y la que encuentra el placer en las cosas comunes.
En la práctica, es ética es más bien de carácter “ascético”: busca ante todo la “autarquía” o sea, la independencia, la propia suficiente, el dominio de sí.


EPICURO Y SU HEDONISMO DE LA QUIETUD
Epicuro (340-290) enseñaba un hedonismo mas sutil. Para el la delectación no hay que ponerla, no en el movimiento, sino en la quietud, en la ausencia de perturbación ( a-taraxia).
Epicuro divide los placeres del siguiente modo: ni naturales, ni necesarios ( como los honores, por ejemplo); naturales pero no necesarios (como las comidas exquisitas); naturales y necesarios ( como el alimento sencillo). Y concluye: estos últimos deben ser buscados; los primeros deben se deben rechazar; los otros, se deben moderar.
Pero los placeres mas valiosos son para él los del alma, que constan a partir de su recuerdo o de su espera ( pasado y futuro )

EL UTILITARISMO DE J BENTHAM
J. Bentham (1748-1832) elaboró un hedonismo de carácter científico.
El hombre siempre busca conseguir el mayor placer y huir lo más posible del dolor.
Propuso una aritmética de los placeres y los dolores, para lo cual distingue siete dimensiones en los placeres: intensidad, duración, certeza, cercanía, fecundidad (para producir otros placeres), pureza (de dolores o molestias), extensión (a pocos o muchas personas), y lo mismo hace con los dolores.
Bentham trató el tema con mentalidad práctica más que teórica: su propósito era educativo busca de qué modo es posible actuar con los seres humanos, cuál sea el principio que mueve sus acciones, y piensa que lo encuentra en el principio del placer. Su filosofía ética es una exposición del método apto para inducir eficazmente a los hombres a la virtud.

El TÉRMINO UTILITARISMO
El término “utilitarismo” abarca las dos primeras fases de la filosofía social inglesa durante el siglo XIX. En primer lugar, el radicalismo filosófico asociado al nombre de Bentham y expresado por él ya en las últimas décadas del siglo XVIII; y en segundo lugar, el benthamismo modificado, ampliado desarrollado por J. Stuar Mill.

EL ALTRUISMO UTILITARISTA DE J. STUART MILL
J. STUART MILL (1773-1836) El credo que acepta como fundamento de la moral la “utilidad”, o el principio de la máxima felicidad, sostiene que las acciones son buenas en cuento tienden a promover la felicidad; malas, en cuanto tienden a producir lo opuesto a la felicidad. Por felicidad se entiende el placer y ausencia de dolor; por infelicidad, dolor y privación del placer.
La idea principal se refiere a las diferencias cualitativas intrínsecas entre los placeres: según él, algunos tipos de placer son más deseables y tienen más valor que otros. La diferencia no depende solo de la cantidad, sino de las cualidades intrínsecas.